martes, 7 de junio de 2011

Guadalupe Dueñas

Del Libro “Tiene la noche un árbol”

Sueño soñado

La casa es de noche, las puertas imaginarias, los cerrojos de fuego. Corre llanto cuesta abajo y el corazón yace en la secura. Podría apagar la sed si bebiera agua de las grietas; pero me separa el vientre pantanoso del estanque. ¡Ay!, todo galopa, se adelantan las llamas, desciende el miedo por laderas empinadas, va serpenteando entre escombros. Monjes desconocidos avanzan con pasos de enormes ciempiés; se deslizan sin que nadie pueda darles alcance. En el vacío los miro triscar la hierba del paraje, apaciblemente, como una manada de ovejas que manchara la llanura con sus vellones. Los juncos y mis cabellos flotan. Se vuelca la niebla dejándome ciega, ciega de hollín y de espanto. El peso de mis alas me tritura y mi alma se desplaza hasta el vértigo, mientras la nada se derrite entre mis manos como algodón de azúcar.

Inmersa en esta negrura donde la sensación de soledad es tan alta, que la última estrella se pierde en el asfalto, descubro mi rostro. Mi rostro es… ¡no! Mis brazos se alargan, se hunden, llueven. Moscas gordas y doradas me habitan. Imperceptibles libélulas me circundan, hasta que la humedad las deja inmóviles en este infinito cansancio de soñar que sueño.

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